Salgo de casa (la natal, “el rancho” como dice el viejo). Largo la
puerta mosquitero (en la que trepa el gato) e intento de un pique llegar a la
tranquerita de madera, con la “H” de
metal, antes que suenen los 2 golpes del efecto “rebote” que tanto agradan a
mamá.
Frente a mi una hilera de pinos y en frente solo baldíos que me
permiten ver la casa de Don Juan Neumann, a la izquierda se recorta el galpón
de chapa. Allí guarda su camión el Cabezón Infante, trompa amarilla y caja roja,
siempre cargado de tubos de gas y de algunas maldiciones….
Doblo a derecha y salgo por la ancha entrada de casa, una fila de
tamariscos separa un “potrero” arenoso y con rosetas que nosotros convertimos
en cancha de fútbol, con la casa de don Ciriaco Lastra.
La casa de don Lastra es de adobe, más bien baja y con un amplio
patio. La guitarreada de anoche a la luz de la luna duró hasta altas horas de
la madrugada. (No se ponían de acuerdo con la Sra.de Pardiño en que tono
interpretar la chacarera).
Subo a mi bicicleta desvencijada, la calle frente a casa, huele a
tierra mojada, notición: pasó el regador. Agradable sensación sentir ese aroma,
ver las gotas que mojaron la tierra arenosa, la volvieron marrón y aplacaron
los efectos del viento Pampero.
Cruzo la primera cuadra, (donde hoy se emplazan el tanque de agua y el
Jardín de Infantes), a la derecha un terreno ondulado que suele ser ocupado
periódicamente por una mezcla de circo con parque de diversiones que hace las
delicias del pueblo. No recuerdo su nombre, si el de su payaso: Chapa-Chapa.
Doblo a la derecha por la actual Adela Neumann (perfecta conjunción
entre nombre y calle. En ella se sitúan su casa natal, el Jardín, la Escuela y el Colegio
Secundario). Adela y educación para muchos de nosotros son sinónimas.
La vieja me mandó a “hacer los mandados”. El periplo arranca por
comprar carne en lo de Castilla (serenidad es su segundo nombre), debo retirar
unos zapatos en lo de “Bocha” Melchor, el vértigo de subir esa escalera angosta
y empinada, se compensa con el agradable perfume a cuero y betún de su taller.
Suele estar con su gorro blanco porque además de zapatero, es pintor.
En frente, como siempre, la
Escuela primaria N*9, en sus fondos funcionó el Jardín
Infantes que me tuvo como alumno, mas tarde en tiempos de mi hermano se mudaron
a la actual Casa de la
Cultura.
Esa esquina supo tener un monumento en el centro que hacia las veces
de rotonda, luego el monumento pasó al frente de la Escuela.
En el edificio escolar amarillo, con su clásico bolseado, también
arrancó la EEM N *1,
luego con coqueto edificio propio, se mudaron una cuadra.
Prestigiosos profesores poblaran sus aulas, una pareja venida de Bahía
(altos los dos) harán que las matemáticas y la contabilidad sean un juego de
niños para sus alumnos. Dicen que él tiene futuro en la política….
La cuadra siguiente alberga el lugar menos deseado, lo de Santiaguito
Curzi, si veo muchos autos estacionados, sonamos…. somos uno menos.
En frente la casa de Lito Meder y su sumillería, al lado lo de Estrada,
(el policía). En la misma línea la Cabina
Telefónica , tiempos en los que una llamada a Bahía Blanca
tenia 2 horas de demora.
Doblo a la derecha, mi próximo destino lo de Ciambotti, entro, abro la
puerta y el particular tintinear de su puerta me recibe. No está tras el
mostrador, se abre la puerta, aparece (impecable como siempre) y le pido un
chicle Jirafa.
Salgo, me desinflaron una goma de la bici (graciosos), paso por la gomería
de Dubal y la inflo. Antes, desde la esquina una voz aflautada me pregunta: “¿Cómo
me llamo yo?” Ricardo Cossie, respondo
dos o tres veces ante la misma pregunta.
En la esquina en la que hacen diagonal la cancha de fútbol y “La Usina ” (después Coop.Eléctrica)
todavía remolinean papelitos arrojados en el último clásico Unión-La Angelita.
Todavía retumban en mis oídos, la bocina del camión del Vasco Arana y el
clásico: “Hay laucha en la galleta!!!!”.
Doblo a la izquierda, don
Marcelino Fuchs carga sifones para el reparto, del señor que recarga baterías de
autos no me acuerdo el apellido (era Pascal?).
En la esquina me encuentro a Don Ocampo que viene de su taller, como
al pasar pregunto cuando llegan sus hermosas nietas.
Pasá por lo de Pedro Pauletich que dejé un eje para tornear, me dijo
el viejo. Entro al taller le pregunto y muy amablemente me dice: “No rompas las
b… no ves que estoy re ocupado, con laburo hasta el cuello”…(otras maldiciones
me despiden). Salgo raudamente parado en los pedales, vuelvo mas tarde……si
junto coraje.
Sigo, en la esquina el almacén de Joselito Ramos, en frente, todo de
chapa, el taller de electricidad del automotor del “Astronauta” y su infaltable
curita en la oreja.
Esa misma calle, de frente al monumento al Gaucho, supo tener un
boulevard en el medio con arcos metálicos rojos, bancos de cemento y plantas.
De un lado la panadería de R.Tetilla, luego lo de Santiaguito Curzi
(mientras te corta el cabello, te vende una bici, carga una garrafa y te
muestra cuchillos de caza o cañas de pescar); la primera farmacia funcionó en
el bello edificio contiguo y luego el bar de Sánchez Bajo.
En la vereda opuesta, la casa
de García (gerente de Coop.Mi Casa) en algún momento la tienda de Steimbach, la
carnicería de Jacinto y la panadería de Ventura López.
A comprar el diario en lo de Nidia Sánchez, unas revistas en lo de las
hermanas Rueda, y lo que se te ocurra (desde kerosén, un par de alpargatas,
platos, especias o una tranquera) en lo de Lalo Casalá.
El negocio de los Nacud, el consultorio del Dr.Merlinsky (quien no
pasó por allí) el viejo Correo con su jefe C.Cochella, que a su vez es
fotógrafo y el Club Unión.
En frente el salón de la Coop.Mi
Casa , la carnicería de Vialare (hombre de a caballo) y la
tienda de Bechara que sigue hasta nuestros días.
Me vuelvo a casa, sino no comemos, tal vez otro día les cuente del
resto de mi pueblo, que tanto amo, en otros tiempos y según mis recuerdos.
Rodrigo “el nostálgico” Holzmann.
PD - Se aceptan correcciones de apellidos, lugares y momentos.
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