Nació
un 8 de Agosto de 1.943 en la calurosa Santiago del Estero.
De
pequeño junto a su mamá Julia y su hermano Tito cambiaron la calma y calurosa
Santiago por la “marina” y ventosa Bahía Blanca.
Ya de
purrete supo que la cosa no iba ser fácil, el yugo y el laburo serán su marca
en el orillo, cosa que no abandona hasta el día de hoy.
Ser
canillita, repartiendo diarios, fue una de las primeras maneras de recaudar una
moneda en tiempos difíciles.
Supo
ser también, jinete, montando un petizo mañero al que con la fusta bajo el
brazo tripulaba al galope largo por las calles de la bahía.
Buen
alumno en la escuela, los números eran para él un juego de niños,
lamentablemente el secundario quedó trunco porque había que parar la olla.
Fierrero
de alma, los frenos de los autos fueron su especialidad. Los polvorientos
caminos del país contaron con su presencia acompañando coches de carrera en
tiempos en que todo era a pulmón.
Tal vez
por eso uno le colapsó, le abrieron media espalda, se lo arreglaron y se lo
dejaron como nuevo.
Ya de
más grande empezó a laburar en Autonautica. Múltiples peripecias poblaron su
derrotero por el negocio de la venta de repuestos de autos.
Si de
algo estoy seguro es de que el tipo le puso el alma, y sobre todo el cuerpo y
la mente a su trabajo.
Tranquilamente
podría rebautizarse “Autonautica Fino” a la empresa, ya que los inventarios y
el desarrollo de la empresa tienen todo que ver con su esfuerzo.
No solo
de trabajo vive el hombres, tan es así que una rubia linda y de ojos celestes
ganó su corazón, de manera tal que Olga (la rubia en cuestión) sigue siendo su
fiel compañera.
Juntos
y ladrillo a ladrillo construyeron lo que es hoy su bello hogar.
En el
mismo hará su aparición, luego de algunos amargos intentos, su primera hija,
Fabiana y más tarde su hijo menor Federico.
Como
tiene habilidades varias, supo construir hamacas y juguetes para sus hijos, en
tiempos en que ir la juguetería era un lujo.
Supo
andar en moto, en un 4 L, en un Dodge polara, cuando
yo lo conocí tenia un Dodge 1.500 blanco, (tenia uno amarillo), se pasó a la escudería
Fiat con un par de Dunas, hasta llegar al pituco Corsita de hoy.
Paradojas
de la vida, parece mentira que un santiagueño sea tan eximio marino. Hombre de
mar, los meandros de la ría los conoce como la palma de la mano.
Arrancó
a remo y del motorcito de medio HP paso al “cañón” actual del motor Honda que
lo pone al instante en el destino que decida.
Bellos
momentos los de pescar en bote. El ondular del mar, la charla tranquila, el
vinito en el Jarrito Comunitario (que nadie como él prepara), los sándwich de
Mamina, algún salame y la alegría del buen pique.
Siempre nos “cagó literalmente a pelotazos” en
cuanto a tamaño y cantidad de peces, para mí que tiene algún secreto que jamás
nos va a develar.
Jugador
de paddle empedernido, su saque suele ser veneno para sus contrincantes y suele
calentarse cuando le ponen “viejos” y no puede correr.
Hombre
que supo desarrollar diferentes aspectos de las bellas artes, a saber: cantante
de tango, juglar que recita (la del
llobaca es su hit más conocido) y tiene la exclusividad en la ejecución de un
Extraño Instrumento. Extrae de su bolsillo un simple peine y con un pedazo de
nylon es capaz de “blusear” mejor que un negro de Nueva Orleáns.
Ya
comenté su capacidad como marinero, sin embargo su principal embarcación está
en tierra firme. Esa nave es sin duda su familia. Lo sé porque yo entré
intempestivamente y por la ventana, y a pesar de ello, me recibió con los
brazos abiertos.
No
puede hablar de su compañera Olga en público, sin la presencia de esa humedad
salada en los ojos, cuando recuerda lo que vivieron juntos.
Por sus
hijos dio, da y dará lo que les haga falta y mucho más. Que decir lo que
significan sus nietas: kilómetros recorridos en sus traslados, mesas tendidas y
siempre su mano ofrecida para lo que ellas necesiten. Como éramos pocos también
llegaron los nietos (los novios de las chicas) que lo acompañan en diversas
aventuras.
En fin, cuando uno recién lo conoce le parece
un tipo duro e inaccesible. Nada más alejado de la realidad. Tipo sensible y
con la emoción a flor de piel, ante determinadas circunstancias se le arruga la
pera; le brotan lágrimas y dan ganas de abrazarlo.
Querido Fino, viviste una vida intensa y
sacrificada. Pero si se me permite es una buena vida. Seguramente los que te
queremos (la mayoría hoy aquí presentes) deseamos que vivas muchos años mas,
disfrutando intensamente, ya que sin dudas hiciste todos los merecimientos para
lograrlo.
Abrazos de Rodrigo.