BORDENAVE EN SEPIA (II)
Retomando el recorrido en el
mismo pueblo, pero en distinto tiempo; de la vereda del Club Unión cruzo al
negocio de Tita Funaro, allí las tapas metálicas con una bochita negra guardan
el más preciado tesoro: riquísimos….helados.
Salgo, avanzo por la vereda
del Club Unión, un portón siempre abierto deja ver una cancha de básquet cuyo
piso de baldosas es un desastre, los tableros son de madera y las líneas están
borrosas. Igual Don Ocampo, durante el verano intentará darnos alguna lección
de un rudimentario básquetbol, con poca suerte, somos un desastre.
Pegado, el boliche de Cholo
Iglesias, entro, algunos parroquianos apuran una caña, otros buscan gente para
el truco, el mus o el chin-chon. Cholo, hombre tan serio como sabio, te puede
medir el empacho, te da buenos consejos y te canta la justa en varios temas;
siempre con absoluta discreción. (Mi respeto eterno).
Me despido, y desde la
esquina veo la estación de servicio de la Coop.Mi Casa , Marchetti
despacha nafta, mientras una camioneta cargada de tambores espera turno para el
gas-oil.
Doblo a la derecha, en las
altas puertas de madera pintadas de bordo de la Sociedad Española
hay pegado un afiche. El mismo reza: “Sábado Gran Baile Popular, tocan Godo y
Los Winders” (mas tarde los Merry Boys) habrá esmerado servicio de cantina”.
Tiempos en que se compraban barras de hielo, se ponían en piletas para enfriar
las bebidas y el baile finalizaba cuando se cortaba la luz.
En la misma vereda, la casa
de Chocho (po po po po) y tía Celestina, mujer aguerrida capaz de criar pollos,
lechones, terneros o unos pajarracos feos que solían pararse en la pared de
entrada a la Sala
de Primeros Auxilios, que está justo enfrente.
Vuelvo sobre mis pasos,
próximo destino la Cooperativa Mi
Casa, entrar allí se me figura como entrar a una especie de Shooping local. En
la tienda Lila, en la caja mi tía Tita (rodeada de cosas dulces y ricas), Cacho
Estrada, Nelson Sánchez, en la ferretería (siempre impecable) mi tío Romancito
y Nino Lores, de fondo un clásico: LU2.
Movimiento en el Corralón,
camionetas cargando alambre, palos, chapas; gente comprando en el supermercado
y otros subiendo al 1er.piso, donde se habla de números (venta de trigo y
vacas) y estados de la cuentas corrientes. Los viernes reunión de Directorio.
Tiempos en que se hacían las compras, se
colocaban en las cajas de las camionetas, quedaban allí durante horas y nunca
faltaba nada.
Dejo la “Mi Casa” y por la
misma vereda llego frente al monumento al Gaucho, en diagonal se erige el edificio
de la otra cooperativa: “La
Federación ”. Entro, hermosa construcción con pisos grises e
impecables. Ramos y Bond atienden el almacén, en la ferretería (una de las mas
surtidas del partido de Púan según mi padre) Coco Sánchez y su guardapolvo
azul. A la izquierda se accede a la administración, recuerdo a M.Magro y sus
mangas blancas. Afuera galpones abarrotados de materiales para el campo y sobre
la calle despacho de combustible.
(Una breve vuelta al
presente: una creada en 1935 (Mi Casa) y
la otra en 1948 (La
Federación ) ambas cierran sus puertas en la “nefasta” década
del 90. Casualidad? No, para mí que
neoliberalismo y su correlato el egoísmo.
Seguramente algunos
“personajes” ayudaron a sus caídas, sin embargo, vaya el reconocimiento para directores,
socios y sobre todo empleados que le pusieron el hombro hasta el triste final.)
Sigo el viaje en el tiempo,
sobre la misma cuadra el Hotel-Bar Colon, pisos de maderas, mesitas para los
naipes y cancha de bochas. Pregunto a que hora pasa el “El Zorzal” para Bahía
Blanca, me contestan que para variar viene demorado. Colectivo en el que se
podía viajar sentado, parado o no viajar, según la cantidad de pasajeros. Bólido
que podría participar en el Paris-Dakar, no transitaba por asfalto, sino por
algo parecido a una calle en el tramo entre 17 de Agosto y Chasico.
Doblo a la izquierda en la
otra esquina la tienda de Tito Nacud, en frente supo estar el estudio contable
de Tizón (cuando eran Réditos y no Impuestos) y pegado el negocio del “lungo”
Ortiz.
Doblo a la derecha, antes de
llegar a lo de Roberto Brunesky y su colección de “hierros antiguos”, en el
terreno contiguo se emplaza una cancha de Papi Fútbol, noches de verano en los que
campeonatos “picantes” eran protagonizados por equipos locales y en los que por
los altoparlantes se podía escuchar el clásico “GooolAAA” de don Marcelo Magro.
Vuelvo a casa pensando que
mi pueblo seguramente será como muchos otros, y sin embargo, tengo la certeza
de que su belleza es particular y se mantiene a lo largo del tiempo.
Siento también que no se
trata solo de sus calles, su plaza, sus edificaciones o su vegetación.
Es eso, pero sobre todo es
su gente, la de antes y la de ahora. La que vivió toda su vida allí y los
cientos que diseminados por la ancha geografía de la Argentina tenemos
grabado en lo mas profundo de nuestro corazón este pintoresco pueblito al
costado de la vía.
Rodrigo (de La Previsora a Bordenave)
Holzmann