CARLITOS
Siete y
veintinueve de la mañana, Castelli 213. En la penumbra del amanecer se recorta
una figura familiar. Zapatillas Topper negras impecables, pantalón de grafa
gris Ombú, campera verde, bufanda marrón y gorra negra en cuyo frente se lee
“Blackberry”.
Buen día,
le pego el grito: Rodrigo Holzmann, Bordenave, partido de Púan. Carlos Araujo,
de Tiro Federal, acá nomás, me contesta con media sonrisa. El eterno Benson en
la mano y una voluta de humo se deshace en el cielo. Debajo de la visera brillan
sus dos ojos celestes, está contento, el equipo de la Ribera, su amado Boca
Juniors, ganó, goleó y gustó, para nosotros los Gallinas, hoy la mano viene
complicada.
Una
llovizna leve empieza a caer, “salgo en el Fiat y mientras se calienta el agua
yo busco tortas fritas de Rogelio” le alcanzo escuchar, la mañana ya pinta
mejor.
Después
vengo con Richard, ya puse dos baldes para que pueda estacionar, con vos Fernandito,
Pablo y Gustavo tenemos que bajar “un mamotreto” del segundo piso. (Sí, para la
enésima mudanza de muebles a Gorriti,
Viamonte o las Escuelas).
Vamos con
la escalera que tenemos que cambiar el fluorescente y no llego, apúrate que me
voy con Moni a hacer el pedido, tengo que pasar por Gorriti y después al HAMB.
Dale que “se va la hora” . Le pregunto, como lo hacia José, a que lugar se va
la hora? se ríe y me manda a c…….
Otra vez no
le jugó al “35”
“el pajarito” y salió. Cuando lo agarre hago una fortuna me dice, yo lo gasto y le digo que la
que acierta es Doly.
Como
olvidarse de los sándwiches de bondiola, la Coca fresca en verano, el fueguito para unos
choripanes, el”champú” para las fiestas y las tortas de tus cumple.
Parece que
te veo con la silla dada vuelta, los brazos apoyados en el respaldar y vos
medio dormido en las horas de comedor, casi te escucho hablando de historias en
el campo y tu locura por los caballos.
Vas a altas velocidades en el Fiat 600 blanco,
al que alguna vez unos vagos le ataron unas latas mientras transportabas a una
compañera de trabajo. Después te pasaste al mostaza, que dejaste hecho una
pinturita color gris, y también te hacías el “motoquero” con el desvencijado
casco rojo.
Charly,
Carlitos, Charlitin, El viejo, Araujo, Villa Ressia, diferentes apodos para
nombrarte.
La muerte,
esa que tiene todos nuestros nombres, de un zarpazo nos quitó tu presencia
cuando tenías mucho hilo en el carretel.
Ya se
siente tu ausencia, se extraña verte sentado con los lentes puestos y tu
libreta de direcciones. Tal vez sea cierto eso de que uno recién cuando lo
pierde aprecia el afecto que tiene por determinada gente.
Ojala que
donde te encuentres puedas salir a
caballo por unos hermosos campos verdes, mientras en el galpón, el fuego hace
crepitar un rico asado bien regado con un buen vinito.
A Carlitos
Araujo. Salud.
Rodrigo.