UNA PIEDRA SOLLOZA
EN LOS DEDOS DEL INVIERNO
Una piedra
solloza su oscuro lamento de frío y soledad.
Atrapada en los
dedos del invierno que son agujas de escarcha lacerando su piel.
Una piedra
solloza, olvidada en la montaña.
El llanto gris
y rocoso de quien no deja descendencia.
En los dedos
del invierno, el viento es un guante que la
acaricia para
mitigar su dolor.
Una piedra
solloza su destino de quietud. En los dedos del invierno brota el manantial,
que trocará en corriente indómita y la arrastrará por caminos insospechados.
LOS SUEÑOS SE ALARGAN SOLITARIOS
EN EL OLVIDO DE LAS HORAS.
Los sueños se
alargan solitarios como espectros reflejados por una luz mortecina.
En el olvido de
las horas, el tiempo se desvanece como arena entre los dedos.
Sueños,
espectros, olvido y tiempo, ingredientes de esa argamasa mixturada por los
dioses y al que nombraron: Hombre.
En el olvido de
las horas, tiempo y espacio se hacen Uno.
La fragua celestial que todo lo funde los hace
materia prima de los sueños.
Los sueños se
alargan solitarios, niegan al tiempo, se burlan del espacio y emprenden su
propio y onírico camino.
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